Sonido perdido,
silenciado por la lluvia que tersa la cara.
Se ve la espuma en el caldero rebosado de calientes cuerpos,
eróticos,
sexualizados,
jadeantes.
Roja naturalidad,
besos marcados a fuego en la piel
hacen de la orgia una alberca.
De ahí,
labios en pezones,
en músculos tensos,
cálidos artilugios sobre la piel-brasa,
sobre la esencia-brasa,
donde el escenario es fundición de amor.
Dónde quedaste ser de sueños,
¿llegaste alguna vez?
¿te tuve y el sol te hizo espantar?
Dejo al destino mi cuerpo,
te extraño,
te necesito.
Quiero nuevamente tu palabra en mi cuello,
que bebamos café agrio
y luego me besen tu dulces labios,
haciendo,
en cada poro,
una nueva aventura de sentimientos liberados.
Te amo,
la lluvia ha hecho del fogón una roca
que mis dedos han esculpido con sangre
y el tallado dice tu nombre.
Esperaré,
aunque la incertidumbre es Ethon devorador,
y destroza mis entrañas en las noches de soledad.
Dámaso Rabanal G.
domingo, 13 de junio de 2010
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